La fortuna de envejecer

nuestros últimos post

Todos queremos llegar a mayores, ¿no es cierto?. Sin embargo, queremos hacerlo sin que se note. Una gran paradoja, envejecer pero seguir pareciendo jóvenes.

Pasan los años y nos afanamos por disimular los signos del paso del tiempo y no es incomprensible, ya que el mercado laboral, los medios de comunicación, la industria de la moda, del ocio, en definitiva, la sociedad entera, venera la juventud como la etapa de la vida más deseable.

Miramos en nuestro entorno y constatamos realidades muy distintas: aquellos ancianos activos, autónomos y saludables; aquellos otros que conviven con achaques que no les restan autonomía, pero sí una cierta calidad de vida; aquellos que por su salud necesitan del acompañamiento constante de otros… y entre todos ellos, todos los matices de cada caso particular.

No es fácil renunciar a un cuerpo saludable, ni a la autonomía para hacer y deshacer cuando nos viene en gana. Cuando hacernos mayores se acompaña de limitaciones graves queremos que nos garanticen que seremos cuidados con cariño, que se atenderá no sólo lo que necesitemos sino también y muy importante, lo que nos gusta, lo que nos importa.

Que se respetará quiénes somos, qué deseamos; que se nos atenderá preservando nuestra intimidad y nuestra singularidad. No queremos ser una persona más, queremos que se nos considere más allá de nuestras enfermedades y limitaciones. Queremos seguir contando. Y ese es nuestro desafío, el de los profesionales de el Manantial, frente a las personas a las que acompañamos. Nuestra voluntad es clara: llegar a responder a esas demandas. El reto es obvio: educar nuestra mirada y la de nuestro entorno para atender a las personas a las que acompañamos siendo fieles a estos principios. Ese es nuestro empeño y lo queríamos compartir con vosotros.